Inicio Política Una noche en el edificio «Dignidad» antes de su intento de desalojo

Una noche en el edificio «Dignidad» antes de su intento de desalojo


Durante los últimos años, cada vez que hay elecciones, un fantasma recorre los discursos de los partidos políticos y los medios de comunicación de derechas: la okupación. Un tema entorno al que surgen bulos y medias verdades. El Partido Popular y Vox, y diferentes programas de televisión, de radio y periódicos, intentan –y muchas veces consiguen– crear alarma social y generar miedo presentando una realidad distorsionada que afecta a muy poca gente: la okupación de viviendas particulares. Una problemática absolutamente ajena a la mayor parte de la población, sólo presente en sus vidas mientras escuchan a alguno de los políticos o periodistas que la promueven. Y durante estas últimas elecciones no ha sido diferente.


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Algo diametralmente opuesto a lo que sucede con los desahucios, un auténtico drama a nivel nacional que rara vez consigue la repercusión que merece. Ese es el verdadero problema de la vivienda en España. Una necesidad básica, un derecho, que se ha convertido en un bien de mercado más, con el que se especula hasta niveles delirantes. 

Yo empecé a hacer fotos relacionadas con los desahucios en 2011, cuando la recién conformada Plataforma de Afectados para la Hipoteca (PAH) en Madrid, convocó su primera concentración para intentar detener un desahucio; el de Tatiana Roeva y Anuar Jalil en el barrio de Tetuán. El día 15 de junio de ese año, cientos de personas rodearon el edificio donde vivía la pareja. Cuando llegué al lugar, casi no se podía cruzar la calle de la cantidad de gente que había. Me sorprendió el poder de convocatoria de la PAH. Ese día pasaron muchas cosas, la más importante, que se consiguió parar el desahucio. Otra, muy relevante para mi vida, que decidí que iba a intentar cubrir toda la actualidad relacionada con desahucios que pudiese. Me pareció que era el tema que resumía perfectamente la crisis política y social que estábamos viviendo en esos momentos. Miles de trabajadores humildes, muchos de ellos migrantes, estaban perdiendo sus casas después de quedarse sin trabajo. Las habían comprado a unos precios desproporcionados y en un momento en que los bancos daban los créditos de una manera absolutamente irresponsable. Y ahora muchas familias no sólo se quedaban sin un lugar donde vivir, sino que, en la mayoría de los casos, seguían debiendo a los bancos cantidades impagables, por lo que estaban condenadas en vida. Eran esclavas de sus deudas. Pero el tema también tenía un componente esperanzador y muy ilusionante; la solidaridad y el apoyo mutuo que se empezó a tejer entre las personas afectadas. La PAH no paró de crecer, y surgieron asambleas de vivienda en muchos barrios.

Durante los siguientes cinco años documenté todos los desahucios y asambleas que pude. No era fácil, porque en esa época tenía varios trabajos para vivir. Coordinaba la fotografía del periódico Diagonal, hacía fotos como autónomo para fundaciones y empresas, y por las noches, era técnico de iluminación en teatros y salas de Madrid. En 2012 presenté una selección de diez fotografías al Premio Internacional de Fotografía Humanitarias Luis Valtueña con el título “Víctimas de los desahucios”. El trabajo resultó ganador y consiguió cierta visibilidad. Desde entonces he estado siempre vinculado al tema. Aunque con el tiempo me distancié por cuestiones personales y profesionales, casi todos los años he seguido cubriendo algún desahucio y proponiendo su publicación en los diferentes medios con los que he colaborado. Es el caso de la foto que os presento hoy.

El 26 de mayo estaba previsto el desahucio de 18 familias, 43 personas incluyendo muchos menores, de un edificio okupado en Móstoles, Madrid. El edificio fue construido por una inmobiliaria que quebró y terminó en manos de Bankia. Posteriormente esta entidad corrió la misma suerte, fue recuperada y saneada por el Estado y posteriormente absorbida CaixaBank. El edificio, después de todo ese recorrido, pasó a integrar los activos de Sareb, el “banco malo”. Y, poco después, en 2014, fue okupado por activistas de la plataforma ciudadana STOP Desahucios Móstoles, para dar una alternativa habitacional a personas vulnerables. Desde entonces ha cumplido una función social. Pero el año pasado el inmueble salió a subasta y lo compró Midtown Capital Partners, una inmobiliaria de Miami, Estados Unidos. Lo vendieron con decenas de personas vulnerables viviendo en su interior. Yo me enteré de lo que sucedía gracia a un estupendo artículo del periodista Jairo Vargas. Y propuse hacer la cobertura del intento de desahucio a eldiario.es, donde me dijeron que sí les interesaba.

En este tipo de situaciones lo ideal es pasar la noche dentro de los pisos, junto a las personas afectadas. Lo primero de todo para conocer a las personas, y después para estar dentro en caso que la policía rodee el edificio e impida el acceso. A mí me ayudó Alberto Astudillo, gran compañero, que lleva haciendo fotos en desahucios los mismos años que yo.

El día 25 de mayo por la noche llegué al edificio “Dignidad”, como así lo habían bautizado las vecinas y vecinos. Estaba diluviando y ya había varios activistas y periodistas allí. Se esperaba una noche larga. Algunas de las personas afectadas se habían ido por miedo y a los menores los habían llevado a lugares seguros. Mientras, otras personas afectadas pasaban las horas recogiendo sus cosas, ofreciendo café caliente y preparando la resistencia. El portal estaba lleno de cosas para dificultar la entrada de la comisión judicial.

Yo estuve hablando con algunos vecinos, recorriendo las escaleras de arriba para abajo, identificando los mejores lugares para poder hacer fotos, pero a eso de las 3 de la mañana me tumbé en el suelo de un piso y me eché a dormir abrazado a la bolsa de mi cámara. Fue poco tiempo, pero el suficiente como para sentirme algo descansado. Cuando me levanté, fui a casa de José Antonio García, 71 años, y Luisa Montiel, 55 años, una pareja que lleva viviendo allí casi desde el principio. Hablando con José me contó que antes estuvo viviendo en la plaza Mayor de Madrid durante muchos años. Algo se encendió en mi cabeza. No podía ser. Cuando llegué a Madrid en el año 2001 para estudiar fotografía, uno de los trabajos que hice para clase fue un reportaje sobre personas sin hogar. Todo indicaba que le había hecho fotos en ese momento de mi vida. Se lo dije y seguimos hablando. Y, efectivamente, al llegar a casa revisé mi archivo –en este caso impreso en papel– y comprobé que 20 años antes, en 2003, le había retratado en la plaza Mayor. José Antonio, una persona mayor sin hogar había encontrado un lugar donde vivir gracias al movimiento por una vivienda digna.

El tiempo pasaba y ya se podía ver la luz del amanecer filtrada por un manto de nubes grises en el exterior. Los policías antidisturbios no habían llegado durante la noche. Eso era una buena señal. Pero la gente estaba muy nerviosa. Yo seguía junto a José cuando, en un momento dado, sacó un cigarrillo. Levanté la cámara y cuando encendió el mechero … CLIC, hice la foto que podéis ver hoy. Eran las 7 de la mañana. Durante las siguientes horas llegaron muchas personas para apoyar a los vecinos del edificio “Dignidad”, y varios periodistas. La policía seguía sin aparecer. Finalmente llegó la comisión judicial y las personas afectadas consiguieron llegar a un acuerdo. No iba a haber desahucio. Pero era sólo una victoria parcial. Lo aplazaron durante algo más de mes y medio. Hasta el 17 de julio. Ese día no pude estar para documentar la resistencia de los inquilinos y activistas mientras varias unidades de policías antidisturbios rodeaban el lugar y, esta vez sí, ejecutaron el mandato judicial. José Antonio y 42 personas más se quedaban sin hogar.



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