La designación de su ‘número dos’ le suele dar dolores de cabeza a todo candidato a la Presidencia del Gobierno. Sirve de puertas hacia afuera para ver por dónde van los tiros o para hacer equilibrios internos. Pedro Sánchez eligió a Meritxell Batet como señal hacia Catalunya y, posteriormente, a Margarita Robles como fichaje estrella. En el caso de Unidas Podemos, en las primeras generales Pablo Iglesias optó por Carolina Bescansa, pero las desavenencias dentro del partido llevaron a Irene Montero a ese puesto en 2019. El PP tradicionalmente ha situado en esa posición a pesos pesados, vinculados con la economía, como Rodrigo Rato o Manuel Pizarro, o con los que pretendía enfatizar su mensaje político, como con el fichaje de Adolfo Suárez Illana.

Alberto Núñez Feijóo se ha desmarcado ahora de esa línea al incorporar a Marta Rivera de la Cruz, una ex de Ciudadanos amadrinada por Isabel Díaz Ayuso, de quien fue consejera de Cultura, primero a propuesta de Albert Rivera y, después, en el gobierno en solitario. La maniobra persigue, en principio, ‘pescar’ votantes que se fueron a Ciudadanos y que le sirvan para equilibrar nombres como el de Cayetana Álvarez de Toledo, que le arrastran hacia el extremo derecho del tablero. 

La jugada es arriesgada. Le persigue la hemeroteca. Rivera de la Cruz se refirió a Feijóo hace tan solo cuatro años como “caciquismo del siglo XXI”. Se quejaba de que “teleFeijóo”, en referencia a la televisión autonómica, hubiera dejado a Ciudadanos fuera del espacio electoral y acusaba al hoy líder del PP de “ir dopado a las elecciones borrando del mapa a quienes les pueden rascar votos”. En un debate electoral en 2015, cuestionó la existencia de la violencia machista y tachó de “medida cosmética” que tuviera unas penas diferentes. 

La elección de Feijóo sorprendió a propios y ajenos. Rivera de la Cruz fue la ‘número dos’ de José Luis Martínez-Almeida en las municipales del 28 de mayo y, una vez investido con mayoría absoluta, la designó delegada de cultura de la capital cuando su jefe de filas ya la había repescado para el Congreso. «No lo esperaba, me sorprendió. No voy a negarlo. Creo que es una decisión que le corresponde a Feijóo y es una muy buena elección. Esperemos a ver qué pasa el 23 de julio, esperemos que Feijóo las gane, y luego será a él a quien le corresponde tomar decisiones», dijo el alcalde en la rueda de prensa posterior a la primera reunión de la Junta de Gobierno. El papel de Rivera de la Cruz está, por tanto, aún por determinar tanto en la campaña electoral como en su futuro tras las elecciones.

Rivera de la Cruz aterriza, por tanto, con un bagaje complicado que choca con el de los ‘números dos’ que la precedieron. Pero ¿cómo envejecieron? ¿Es tan importante la elección del tándem? 

En los años 90 del siglo pasado, José María Aznar pensó que sí y por eso escogió a Rodrigo Rato en 1993 y 1996. Economista de carrera, había tenido un peso político importante como portavoz en el Congreso y Aznar enviaba un mensaje de solvencia en lo económico. De hecho, en la campaña electoral en la que se impuso a los socialistas dio señales de que haría un ‘superministerio de Economía y Hacienda’ que dejaría en sus manos. En los primeros comicios, Felipe González había escogido al flamante juez Baltasar Garzón, que fue después delegado del Gobierno en el Plan Nacional sobre Drogas con rango de secretario de Estado y, una vez de vuelta a la carrera judicial, impulsó la causa de los GAL.

Rato, aclamado en aquella época por ser supuestamente el artífice del ‘milagro económico español’ que luego acabó en una burbuja, repitió como tándem de Aznar en 2000. En 2004, tras haber perdido la pugna de la sucesión con Mariano Rajoy, se mantuvo en la posición justo antes de irse al Fondo Monetario Internacional (FMI). Después de su paso por el extranjero acabó al frente de la extinta Caja Madrid y de Bankia, de donde dimitió forzado por el Gobierno dos días antes del rescate. 

Ahora acumula causas judiciales, como el caso de las tarjetas ‘black’ de Caja Madrid que destapó elDiario.es. Tras haber pasado por la cárcel, ahora despotrica de algunos de los que fueron sus compañeros de filas. 

Rajoy también optó por un perfil económico en 2008 con Manuel Pizarro, que se afilió al PP coincidiendo con su incorporación a la candidatura. Había sido asesor del Ministerio de Economía en los tiempos de Aznar, pero, sobre todo, se había dedicado a la empresa privada como presidente de Endesa, que le abonó 14 millones sólo por la indemnización de su cese. 

Pizarro dimitió como consejero de Telefónica para acompañar a Rajoy, que dejó en él el peso de la política económica durante la campaña electoral. Comenzaba la crisis financiera y Pizarro se enfrentó al entonces ministro de Economía, Pedro Solbes, en un debate que perdió, según las encuestas. Pero la derrota electoral cambió los planes del economista, que dejó su escaño poco más de un año después. Ha seguido vinculado al PP a través de FAES, pero con un perfil muy bajo. 

Rajoy no contó con Pizarro cuando logró llegar a Moncloa en 2011. En esas elecciones ya incorporó a Soraya Sáenz de Santamaría como ‘ticket’ electoral. Ella había sido la portavoz parlamentaria y había adquirido un importante perfil político en sus ‘cara a cara’ con Alfredo Pérez Rubalcaba. Fue la primera mujer en ocupar ese puesto en la lista del PP y lo hizo embarazada. De hecho, dio a luz en plena campaña. 

Sáenz de Santamaría mantuvo ese puesto en 2015 (y en la repetición electoral de 2016) ya como todopoderosa vicepresidenta del Gobierno y con un enfrentamiento abierto con María Dolores de Cospedal. La pérdida del poder a través de la moción de censura en 2018 recrudeció aquel choque y ambas disputaron el liderazgo del partido junto a Pablo Casado, que acabó asumiéndolo gracias al apoyo de Cospedal, que perdió la pugna. A pesar de haber obtenido más votos de los militantes, Sáenz de Santamaría salió derrotada y se fue a la empresa privada con el despacho de abogados Cuatrecasas. Sánchez la colocó posteriormente en el Consejo de Estado. 

Casado optó por Adolfo Suárez Illana, hijo del expresidente del Gobierno, como tándem en un momento en el que tenía dos potentes rivales con Ciudadanos y Vox. El que fuera candidato en Castilla-La Mancha era a priori un buen perfil para esa competición, ya que la figura de su padre es de moderación pero él no tenía problemas en defender la supuesta contribución del dictador Francisco Franco a la democracia. El entonces líder de la oposición le había encargado la convención ideológica del PP.

La dirección del partido le reservó un puesto en la Mesa del Congreso, desde el que protagonizó algunos momentos bochornosos como el de dar la espalda a la portavoz de EH Bildu. Pero Suárez Illana, a quien Casado montó una fundación ad hoc, no había sido su primera opción, ya que lo intentó antes con María San Gil. 

Y es que Casado quería, en realidad, un perfil moderado para acompañarle. Por eso en la repetición electoral de noviembre de 2019 relegó a Suárez Illana al tercer puesto y colocó por delante a la expresidenta del Congreso y exministra Ana Pastor. De nuevo en la oposición, ambos ocuparon sendos puestos en la Mesa del Parlamento, lo que supone una importante inyección económica. 

Suárez Illana abandonó la política en 2022, mientras que Pastor aguanta y Feijóo ha acabado situándola como cabeza de lista por Pontevedra. La exministra, que formaba parte de la dirección de Casado, fue una de las numerosas dirigentes que acabaron traicionándole en la pelea intestina que acabó con su fulminante derrota y el ungimiento del gallego.



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