Inicio América EE.UU. Por qué la campaña presidencial de Estados Unidos es tan larga, explicado...

Por qué la campaña presidencial de Estados Unidos es tan larga, explicado por un experto en primarias


Este miércoles se celebra el primer debate entre ocho aspirantes republicanos en la carrera presidencial a la Casa Blanca. Donald Trump, favorito en las encuestas de las primarias republicanas, no asiste, pero ha dejado grabada una entrevista con Tucker Carlson, el presentador despedido de Fox News, y se espera que se emita a la misma hora en alguna plataforma online.


Fani Willis, la fiscal pionera de Georgia que pone a Trump contra las cuerdas

Más

Faltan algo menos de cinco meses para la primera votación, los caucus de Iowa el 15 de enero, y casi 15 para las elecciones generales, el 5 de noviembre de 2024. Ya ha habido mítines, encuestas y millones de dólares recaudados. Pero el primer debate marca el pistoletazo de salida de la larga carrera, que este ciclo electoral se espera aún más bronca y llena de circunstancias sin precedentes. 

Llamo a David Redlawsk, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Iowa y autor de Why Iowa?, entre otros libros sobre el sistema electoral, para que explique a un público no estadounidense la historia de las campañas, muy diferentes de las europeas dictadas por los límites del tiempo en que se puede pedir el voto, pegar carteles, hacer anuncios o incluso preguntar. Redlawsk está especializado en psicología política, en cómo y por qué los votantes toman sus decisiones, y acabamos hablando de qué le pasa al país, hasta qué punto el cansancio es de los votantes o los medios y la responsabilidad de los malos líderes en el deterioro de las normas. 

Esta es la transcripción de la conversación, editada por extensión y claridad.



¿Por qué son tan largas las campañas presidenciales en Estados Unidos?

Hay dos razones principales. A diferencia de muchos sistemas parlamentarios, sabemos la fecha exacta de nuestras elecciones para el futuro porque está fijada [las presidenciales son siempre cada cuatro años, el segundo martes después del primer lunes de noviembre]. Los candidatos saben cuándo deben pensar en postularse. La segunda razón es tan simple y tan compleja como nuestra Primera Enmienda que protege la libertad de expresión: en Estados Unidos el discurso político está muy protegido por la Constitución, lo que significa que no hay ninguna entidad que pueda decir que no se puede empezar a hacer campaña hasta una fecha concreta. Ninguna comisión electoral puede hacerlo. El Congreso no puede hacerlo. No podemos decirles a los candidatos que solo pueden hacer campaña durante seis semanas o dos meses. 

Cuando juntas estas dos cosas, se crea el telón de fondo para tener campañas muy largas para las presidenciales. 

En EEUU, el discurso político está muy protegido por la Constitución, lo que significa que no hay ninguna entidad que pueda decir que no se puede hacer campaña hasta una fecha concreta. Ninguna comisión electoral puede hacerlo. Tampoco el Congreso.

En las últimas cinco o seis décadas hemos pasado a un sistema en el que los votantes de todos los estados tienen la oportunidad de opinar sobre la candidatura para que los líderes de los partidos no decidan. No se decide en un cuarto trasero, y eso está bien.

Lo hacemos estado por estado en lugar de un día a nivel nacional, y esto es algo que se desarrolló con el tiempo, nadie lo planeó de esta manera. Los líderes del partido y los votantes en cada estado quieren sentirse importantes. Así que hay un esfuerzo dentro de cada partido para fijar fechas para primarias que resulta en un período de votación muy largo por todo el país, habitualmente desde febrero hasta junio, es decir, en los meses previos a las convenciones nacionales donde se eligen oficialmente los candidatos en julio o agosto. 


¿El cambio del Partido Demócrata para 2024 de no empezar las primarias en Iowa, sino en Carolina del Sur, tendrá impacto?

Este es el primer cambio. Hace más de diez años, cuando publiqué el libro Why Iowa?, hubo un esfuerzo por cambiar el calendario porque los estados ven una ventaja en ser los primeros. Cada estado esencialmente quería ser el primero. Iowa logró permanecer en primer lugar, junto con New Hampshire, porque no hubo acuerdo sobre qué otro estado debería ser el primero. 

Esta vez es diferente para los demócratas. El presidente dijo “quiero que se cambie” y el partido nacional anunció las nuevas reglas. Ha sido más fácil para los demócratas ahora porque Iowa ya no es un estado disputado en las elecciones generales. Es fácil olvidar que Barack Obama ganó Iowa dos veces y Al Gore lo perdió solo por unos pocos votos. Pero Iowa ha cambiado drásticamente al lado republicano. Entonces, ¿por qué poner tantos recursos ahí? 

La otra clave es que el Partido Demócrata se ha vuelto más diverso, con más mujeres y más votantes no blancos, y Iowa no encaja demográficamente. Para los demócratas, Iowa ya no cumple ninguna de las casillas, no tiene el electorado que persiguen.

Además, en 2024, suponiendo que no suceda nada, Biden en la práctica no tiene rivales. Están Robert Kennedy junior y Marianne Williamson, pero, siendo realistas, no son un verdadero desafío. Y así es más fácil hacer un cambio cuando no tienes una votación competitiva.

¿Se mantendrá para 2028?

No sé. Los demócratas siempre están debatiendo estas cosas, pensando en qué es lo siguiente. Pero creo que hay mucho impulso en el Partido Demócrata para empezar en lugares como Carolina del Sur y Nevada porque representan mejor dónde está el partido. 

Por otro lado, para los republicanos, Iowa sigue siendo el primero, y hay buenas razones para que lo siga siendo. Es un estado republicano y vale la pena construir las campañas allí. Y los republicanos no tienen las mismas preocupaciones sobre el sistema y sobre quién vota como los demócratas. Los republicanos no lo cambiarán este año y no veo ninguna presión para que lo hagan en el futuro. Podemos pasar a un sistema en el que los dos partidos empiecen en estados diferentes.

Como los partidos pueden cambiar el calendario, ¿no hay interés en apretarlo para saber antes el candidato, al menos cuando hay mucha competencia? 

Por supuesto, alguien no es el candidato del partido hasta que se celebra la convención nacional y se vota efectivamente sobre la nominación. Y hay momentos en que es más incierto. No estaba tan claro entre Obama y Clinton hasta muy cerca de la convención. Habían ganado cantidades muy similares de delegados. Pero no creo que las convenciones vayan a celebrarse antes. Tenemos un proceso de nominación secuencial que lleva tiempo y obliga a los candidatos a crear campañas muy complejas. De alguna manera, el proceso es una prueba importante para los candidatos, para ver si realmente pueden atraer votantes a nivel nacional y si pueden construir la campaña. Aunque la gente habla todo el tiempo de que las primarias duran demasiado, de que deberíamos comenzar a finales de marzo y terminar a principios de junio, no creo que eso vaya a suceder. Es un país grande con muchos estados y se necesita tiempo para hacer campaña en cada uno de esos lugares.

¿Cuál es el efecto de la larga campaña para la carrera por el dinero y los debates públicos? 

Las campañas se han vuelto muy caras. Cuesta mucho en un país tan grande tener todo el personal que necesitas para gestionar las redes sociales, hacer publicidad, llamar a las puertas y todo lo demás. El resultado es que estás buscando dinero años antes de presentarte. En teoría, al empezar en estados relativamente pequeños, Iowa, New Hampshire, Nevada y Carolina del Sur, los candidatos sin muchos recursos al principio pueden empezar su campaña sin necesidad de cientos de millones de dólares. Por ejemplo, la última vez nadie sabía quién era Pete Buttigieg hasta que lanzó su campaña en Iowa. Lo hizo con muy poco dinero al principio, pero al final de Iowa ya recaudaba un montón.

Esto también viene de la protección de la libertad de expresión de la Primera Enmienda. Nuestro Tribunal Supremo ha dicho que el dinero es “expresión” y, por lo tanto, hay muy pocas restricciones que se le puedan poner, particularmente en el lado del gasto. Y hay mucho en juego. 

Si una campaña le cuesta a un candidato un par de miles de millones de dólares, parece mucho dinero. Pero si piensas en 300 millones de personas, o digamos 200 millones de votantes, 2.000 millones de dólares (más de 1.800 millones de euros) siguen siendo solo diez dólares (unos nueve euros) por voto, es decir, menos de lo que se gasta en publicidad de detergente en polvo en el mercado de consumo. Aunque las campañas fueran más cortas, se seguirían gastando grandes cantidades de dinero en publicidad. 

Las campañas se han vuelto muy caras. Cuesta mucho en un país tan grande tener todo el personal que necesitas… El resultado es que estás buscando dinero años antes de presentarte.

Otra cosa que es diferente de la mayoría de las campañas europeas es que las campañas pueden gastar lo que quieran en publicidad televisiva. A medida que nos acercamos al día de la votación, hay publicidad sin parar y eso es muy lucrativo para las empresas de medios locales. Las campañas para el caucus de Iowa cada cuatro años pagan las cuentas del canal de televisión local durante todo ese año.

Tendemos a cansarnos un poco. Pero en cierto modo los que se cansan no son los votantes porque, cuando termina la campaña en su estado, pueden ignorarla hasta las elecciones generales. Son los medios los que se cansan porque están escuchando lo mismo en todos los estados una y otra vez. 

Uf, sí, los candidatos repiten el discurso con las mismas palabras. 

Eso es. Pero es fácil olvidar que los votantes prestan atención cuando les toca. Así, los votantes de Iowa están empezando a prestar atención a la campaña republicana. Pero fuera de las noticias nacionales no hay una campaña local en la mayoría de los demás estados en este momento. 

Un gran ejemplo de lo que sucede en los medios es el de las primarias demócratas de 2008. Por el calendario establecido entonces, hubo una brecha de cinco semanas entre las primarias de Pensilvania, el 22 de abril, y las anteriores, en Misisipi. Todos pensábamos que sabríamos quién sería la persona candidata mucho antes de Pensilvania. Pero Clinton y Obama llegaron empatados. El moderador del debate en Pensilvania estaba cansado, preguntaba sin interés. Pero para los votantes de Pensilvania, esto era nuevo porque se enfocaba en su estado. Me llamó la atención el agotamiento de los medios.

Los que se cansan no son los votantes porque, cuando termina la campaña en su estado, pueden ignorarla hasta las elecciones generales. Son los medios los que se cansan porque están escuchando lo mismo en todos los estados una y otra vez.

¿La campaña larga ayuda a que la gente se involucre más cuando le toca a su estado?

No hay ninguna evidencia de una forma u otra. Puedo argumentar que una campaña larga permite a los candidatos generar apoyo y crear organizaciones de base que luego trabajan para lograr la participación, y que tener suficiente tiempo para hacer eso puede marcar la diferencia. Pero también podría argumentar que una vez que el foco está en su estado, si la campaña es demasiado larga, los votantes pueden desconectarse. La campaña empezó en Iowa hace dos años para los republicanos. Algunos ciudadanos allí ya están cansados, les llaman todo el tiempo para hacer encuestas, los anuncios no paran en la televisión. Pero no sé si eso realmente afecta a la participación al final, porque tener una campaña lo suficientemente larga como para construir el tipo de organización que atrae podría ayudar a compensar el aburrimiento de los votantes. 

¿Ve alguna relación entre la actual polarización en Estados Unidos y la larga campaña?

No directamente, porque hemos tenido campañas largas desde 1972, cuando la estructura actual se organizó con Iowa a la cabeza y el plan hasta finales de junio. Eso apenas ha cambiado en 50 años, pero la polarización ha empeorado mucho en la última década. No creo que se deba a la campaña larga per se. Lo que sí pienso es que se debe en parte al abandono de las normas, sobre todo de las normas de la campaña negativa.

Suena un poco extraño decir esto pero con otro colega publicamos en 2014 un libro llamado The Positive Case For Negative Campaigning, sobre el efecto positivo de las campañas negativas. Nuestro argumento fue que las campañas negativas ponen más información en circulación: ningún candidato te dirá cosas negativas sobre sí mismo así que alguien tiene que alertarte. Lo que descubrimos en nuestros estudios entonces fue que los votantes obligaban a rendir cuentas a candidatos que mentían abiertamente y atacaban a los rivales con cosas irrelevantes. Había una reacción contra ellos: los candidatos que lo hacían mal sufrían las consecuencias. Eso parece que ya no es cierto. Algo sucedió en los últimos ocho o 10 años que hizo que esa norma desapareciera. Ahora la gente está dispuesta a creer cualquier cosa sobre el oponente porque es “simplemente malvado”. 

El partidismo negativo ha crecido y no se alimenta de la duración de las campañas. Se alimenta de la naturaleza de las campañas y la naturaleza del liderazgo, especialmente en los últimos seis o siete años. Lo sabemos, pero no sabemos cómo salir de ahí. No sé qué arreglo tiene cuando odias al otro lado más de lo que te gusta el tuyo.

Los votantes obligaban a rendir cuentas a candidatos que atacaban a los rivales con cosas irrelevantes. Los candidatos que lo hacían mal sufrían las consecuencias. Ahora la gente está dispuesta a creer cualquier cosa sobre el oponente porque es ‘malvado’.

¿La causa principal de la polarización son los líderes?

Creo que la han fomentado. Y Donald Trump ciertamente tiene que ser llamado a rendir cuentas por esto. Sea lo que sea lo que caló de Trump, él tiene apoyo para hacerlo, sale reforzado y sigue haciéndolo. Controla un segmento muy grande del Partido Republicano, aunque en su mayoría el partido acumule derrotas desde que Trump fue presidente. Por ejemplo, la última, en el referéndum en Ohio de hace unos días que podía afectar al derecho al aborto. 

Pero hay algo en la personalidad de Trump, hay algo en la forma en que se acercó a las personas que sentían que estaban siendo ignoradas… Y esto se refuerza con las redes sociales, que podría ser la explicación más importante de la polarización. Pero creo que está impulsada por el líder. 

El partidismo negativo ha crecido y se alimenta de la naturaleza de las campañas y la naturaleza del liderazgo, especialmente en los últimos seis o siete años… No sé qué arreglo tiene cuando odias al otro lado más de lo que te gusta el tuyo.

¿Cómo ve las primeras encuestas ahora para las presidenciales?

Las encuestas de las elecciones generales tienen poco sentido tan temprano, incluso con candidatos tan conocidos. Yo estudio cómo las personas toman decisiones y estudio cómo hacen evaluaciones, que son dos cosas diferentes. Por supuesto, podemos llegar rápidamente a una evaluación de las personas, en plan “no me gusta Trump”, “no me gusta Biden”. Cualesquiera que sean las razones, es posible que no pueda decirte por qué, pero puedo decirte que no me gusta alguien. Y la mayoría de los votantes dicen que no les gustan ninguno de los dos en este momento: en este sentido, es un sondeo válido porque no se le pide a la gente que elija. Es solo preguntar, ¿cómo te sientes acerca del candidato? La gente puede informar sobre eso con relativa precisión. Pero el proceso de elección es diferente. Uno pensaría que elegimos a la persona que más nos gusta o que menos nos disgusta, pero es más complicado que eso. Y el partidismo, claro, juega un papel.

Cuando vemos encuestas que dicen que Trump y Biden están empatados, creo que es demasiado hipotético 15 meses antes de las elecciones: la gente no está dispuesta a ir a la cabina de votación y tomar una decisión. Pero la otra cosa a tener en cuenta es que un gran número de personas han dicho “no sé” en encuestas recientes. Y supongo que la mayoría de esas personas sí van a votar. Conocen muy bien a esos dos candidatos y están tratando de averiguar “¿con cuál puedo vivir?” Pero creo que es demasiado pronto. Las personas no hacen ese cálculo tan temprano en términos de elección, incluso si hacen una evaluación. 

Los votantes menores de 30 años se preocupan por los problemas, pero no están entusiasmados por apoyar a Biden. Y los demócratas tendrán que abordar esto porque ese grupo demográfico será absolutamente crítico para ellos.

Lo único a lo que vale la pena prestar atención en las encuestas son sus indicadores de entusiasmo, particularmente entre subgrupos. Los demócratas tienen que encontrar la manera de que los jóvenes estén entusiasmados por apoyarlos. La falta de entusiasmo es una de las cosas que realmente impide que la gente vote, incluso si odian al otro lado: incluso si están ansiosos y temerosos, necesitan alguna razón positiva para ponerse de un lado. Si los demócratas no logran que la gente se entusiasme, es mucho más difícil lograr que voten. Los votantes menores de 30 años en particular simplemente no muestran entusiasmo: se preocupan por los problemas, pero no están entusiasmados por apoyar a Biden. Y los demócratas tendrán que abordar esto porque ese grupo demográfico será absolutamente crítico para ellos. 

Para los republicanos, su desafío es ir más allá de los principales partidarios de Trump que están entusiasmados, que siempre lo estarán, saldrán y votarán por él. El problema que pueden afrontar es que las posiciones que han tomado sobre los temas en particular, como el derecho al aborto, simplemente no son populares entre el público. Su problema es cómo ir más allá de ese núcleo que va a apoyar a Trump pase lo que pase, suponiendo que el candidato sea Trump. Y es difícil cuando no tienes a la opinión pública de tu lado.

¿Se parecerán las elecciones de 2024 a las de 2016, con candidatos impopulares y votantes poco entusiastas?

Podría ser. Todavía es un poco pronto para saber cómo serán las elecciones generales. Cualquier experto o politólogo que pueda decir lo que va a pasar se está engañando a sí mismo. Esto no tiene precedentes. Tenemos a un expresidente procesado que es el principal candidato de su partido, podría ser juzgado antes de que terminen las primarias y podría ser un expresidente condenado en ese momento. Sin embargo, nuestra Constitución no le prohíbe presentarse aunque haya sido condenado por un delito. 

No tenemos modelos previos para esto. No sabemos lo que va a pasar. Como escribió Walter Shapiro en Roll Call, parece obvio lo que va a pasar pero hay al menos nueve maneras en que las elecciones podrían sorprendernos. Nadie esperaba una pandemia en 2020 y eso cambió drásticamente las elecciones y jugó a favor de los puntos fuertes de Biden. Pregúntame en unos 12 meses.



Fuente