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Los bancos centrales periféricos al euro bajan los tipos de interés y señalan el camino al BCE


El Riksbank (el banco central de Suecia) recortó este miércoles los tipos de interés de referencia en su economía, del 4% al 3,75%, por primera vez en ocho años, actuando antes que el Banco Central Europeo (BCE) en un intento por ofrecer un respiro a las familias y empresas del país nórdico que están siendo golpeadas por la recesión.

Como el propio BCE, como el Banco de Inglaterra o como la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, el Riksbank inició en 2022 un ciclo de austeridad monetaria para luchar contra la crisis de inflación global por la salida de la pandemia y que exacerbó la invasión rusa de Ucrania. El banco central de Suecia aumentó el ‘precio’ oficial del dinero desde el 0% en el que lo mantenía en abril de 2022 hasta dejarlos en el 4% en septiembre del año pasado, un máximo que no se veía desde 2008.

Esta estrategia clásica (u ortodoxa) de la política monetaria intenta combatir las subidas de precios asfixiando la demanda de familias y empresas —o lo que es lo mismo: ahogando la actividad económica en general mediante el encarecimiento del las hipotecas y de las préstamos y la financiación—, sin tener en cuenta que el origen de la crisis de inflación estuvo en la oferta de energía y de otras materias primas. Y, efectivamente, sus consecuencias pueden ser muy agresivas, sobre todo para los más vulnerables, mientras los bancos ganan más y más.

El comunicado del Riksbank que acompañó al recorte de los tipos de interés reconoce el daño que han infligido sus decisiones a la economía. “El mercado laboral seguirá debilitándose durante algún tiempo”, dice (aquí se puede leer, en inglés). Y destaca que “la inflación está ahora cerca del objetivo [el 2% en tasa interanual] y se espera que se mantenga”.

De hecho, hasta se marca un calendario para nuevas bajadas de los tipos de interés oficiales. “Si las perspectivas de inflación siguen siendo las mismas, se podrán recortar dos veces más durante la segunda mitad del año”.

El banco sueco no es el único vecino continental del BCE que le marca el camino del principio del fin de la austeridad monetaria. El Schweizerische Nationalbank (Banco Nacional Suizo ó BNS) ejecutó un primer recorte del ‘precio’ oficial del dinero en marzo, del 1,75% al 1,5%, tras una escalda que arrancó en junio de 2022 desde el -0,75%. “Es una medida valiente adelantarse al BCE y a la Reserva Federal, aunque el BNS probablemente crea que los otros bancos centrales también recortarán los tipos”, valoró entonces Alessandro Bee, economista de UBS, en declaraciones recogidas por ‘Reuters’. El banco central de República Checa lo hizo bastante antes, en diciembre de 2023. Y el de Hungría, en octubre.

“Suecia suele adelantarse a lo que luego hace el BCE”, señala Víctor Alvargonzález, fundador de Nextep Finance. “El hecho de que el Riksbank haya recortado los tipos nos dice que las preocupaciones económicas internas están comenzando a dominar el debate de la política monetaria”, apuntan, por su parte, James Smith y Francesco Pesole, expertos de ING, en un informe para clientes recogido por la agencia de información económica ‘Bloomberg’.

En el plazo más inmediato, el paso dado en Suecia no fue seguido por el Banco de Inglaterra, cuyo Consejo de Gobierno decidió este jueves mantener los tipos de interés oficiales en el 5,25%. La institución que emite la libra británica se resiste a recortar el ‘precio’ oficial del dinero tras llevarlo a máximos de 2008 desde el 0,10% en el que lo tenía a finales de 2021.

El Banco de Inglaterra es uno de los bancos centrales más importantes del mundo occidental junto al Banco Central Europeo (BCE) y a la Reserva Federal (Fed). Este último dejó los tipos de interés en máximos de este ciclo de austeridad monetaria para luchar contra la inflación la semana pasada (el 1 de mayo), en su caso en el rango entre el 5,25% al 5,5%. A principios de abril, también se quedó a la espera el BCE, aunque admitió la moderación de la inflación y también reconoció el daño de su austeridad monetaria a las familias y a las empresas.

Las previsiones de los economistas del propio BCE apuntan a que la inflación bajará al 2,3% de media en 2024 [cerca del objetivo teórico del 2%], las subidas de precios se desaceleraron ya al 2,4% en tasa interanual en abril en la eurozona, el riesgo de recesión es muy alto en Alemania o en Francia, la demanda de crédito descendió más de los esperado en el primer trimestre…

Con estos “datos”, el alivio para los bolsillos de las familias y para las propias empresas —sobre todo para las pequeñas, que no pueden acceder a financiación ventajosa, como sí lo hacen las grandes— que supondría la bajada del ‘precio’ oficial del dinero —y por tanto de las hipotecas y de los préstamos en general— parece innegable. Sin embargo, el Consejo de Gobierno del BCE dijo necesitar más información, que le llegará junio, y lamentó “los riesgos geopolíticos [las guerras, sobre todo el genocidio de Israel en Gaza]”, y su posible impacto en el precio del petróleo.

Desde julio de 2022, la institución europea decidió iniciar un ciclo de aumentos de los tipos de interés de referencia en la eurozona desde el 0% hasta dejarlo en el otoño de 2023 en el 4,5% actual. El debate entre los miembros del Consejo del Gobierno del BCE es intenso, según se desprende de las distintas declaraciones públicas, pero se desconoce si alguno ha votado ya por un primer recorte de los tipos. Este órgano decisorio está formado por los gobernadores del los bancos centrales de cada país del euro (entre ellos Pablo Hernández de Cos, del Banco de España) y por el comité ejecutivo (que lideran la presidenta Christine Lagarde y el vicepresidente Luis de Guindos).

El Banco de Inglaterra (BoE) es más transparente y sí publica las diferentes posturas de los miembros de su Consejo de Gobierno. En la reunión de este jueves, dos de ellos se inclinaron por una bajada, frente a 7 que se negaron. “Necesitamos ver más pruebas de que la inflación se mantendrá baja antes de que podamos reducir las tasas de interés”, recoge el comunicado oficial y consensuado del BoE, que también reconoce que “la postura restrictiva de la política monetaria está pesando sobre la actividad en la economía real”.

“La Fed es el gorila en la habitación”

En estos momentos, más allá de la debilidad de la actividad económica, otro factor pesa en la ecuación del Consejo de Gobierno del BCE y del BoE: la Fed podría retrasar su primer recorte de los tipos de interés. ¿Por qué? Porque la economía y el mercado laboral al otro lado del Atlántico muestran más fortaleza que en la eurozona, y la inflación una resistencia mayor a bajar.

¿Y por qué lo que haga la Fed influye en las decisiones del BCE? Porque existe el riesgo de una repentina depreciación del euro frente al dólar si los caminos de un banco central y otro divergen mucho. Y una caída de la ‘moneda común’ respecto a la divisa norteamericana encarece automáticamente las importaciones de petróleo, gas y de la mayoría de materias primas, que normalmente se comercializan en dólares en los mercados internacionales. Es decir, el riesgo de una depreciación del euro es una amenaza inflacionista en España, Alemania, Francia, Italia…

En la rueda de prensa posterior a la reunión del Consejo de Gobierno de abril, la presidenta del BCE, Christine Lagarde, dijo que “no comenta las decisiones o las perspectivas de otros bancos centrales” y que sus decisiones “no dependen de la Fed”. En cambio, el gobernador del Banco Central de Austria aseguró este miércoles que “no operamos en el vacío. La Reserva Federal con el dólar es, en sentido figurado, el gorila de la sala”.

La Fed volverá a decidir el 12 de junio, una semana después que la institución europea, que lo hará el 6 de junio. La gran pregunta es si el BCE se moverá antes que la Fed, incluso aunque entonces se prevea que el banco central estadounidense retrase su primer recorte al 31 de julio.



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