Inicio Política la difícil tarea de votar en un barrio humilde de Madrid

la difícil tarea de votar en un barrio humilde de Madrid


La madre de Pilar Prieto tiene 88 años y un itinerario poco propicio para ir a votar el próximo 23 de julio. Es casi un kilómetro y medio en el barrio popular de Entrevías, en el distrito madrileño de Puente de Vallecas, el que separa el colegio electoral del domicilio de la señora, que con la solana que se espera para finales de mes supondrá un factor de desmovilización mucho mayor que las cacareadas vacaciones estivales de los españoles en la playa.



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“Nos ha sentado como una patada”, dice el yerno, Rafael Pradillo, que tendrá que llevar a su suegra en coche y no entiende por qué el Ayuntamiento manda a los vecinos a cocerse al sol cuando tienen otro centro de votación a escasos metros de casa. El paseo de ida y vuelta al nuevo emplazamiento se puede hacer en menos de 40 minutos con las piernas descansadas y buena disposición, pero a poco que las rodillas duelan, es fácil que el recorrido se vaya a los tres cuartos de hora.

La respuesta está en el mapa de secciones censales y el cierre estival para realizar obras de los colegios públicos, habituales lugares de votación. Tres colegios de Entrevías y El Pozo del Tío Raimundo permanecerán cerrados y los votantes tendrán que desplazarse a otros centros, en algunos casos, a 1,5 kilómetros. En un barrio en que el sobreenvejecimiento de la población –calculado como la proporción de mayores de 80 años sobre el conjunto de los que pasan de 65– ronda el 40%, los temores de que el fervor electoral flaquee entre los vecinos mayores preocupan a los partidos de izquierda, que en esta zona siempre cosechan buenos resultados: más de un 60% de los sufragios en algunas de las secciones censales.

En la sección donde vive la madre de Pilar se emitieron el 28 de mayo 1.118 votos válidos. La fuerza más votada fue Más Madrid, seguida del PSOE. Para mayor fastidio vecinal, la pequeña parcela electoral está al lado de uno de los puntos de votación que sí estarán operativos, el centro cultural Lope de Vega, pero el edificio queda reservado a vecinos de otras demarcaciones próximas. En la mayor parte de El Pozo del Tío Raimundo, los votantes tendrán, a su vez, que cruzar las vías del tren para ir al colegio Madrid Sur, que está físicamente en otro barrio, el de Palomeras Bajas.

Los socialistas dieron la voz de alarma esta semana. “Lo que el señor [José Luis Martínez] Almeida está provocando en un barrio que gana con una gran mayoría el PSOE es entorpecer la democracia y evitar la participación de la ciudadanía. El alcalde de Madrid lo que demuestra es el miedo a perder nuevamente en nuestro barrio las elecciones y ser un pésimo demócrata”, lanzó el secretario general de los socialistas en el barrio, Antonio Onetti, en un comunicado.

Los cambios de colegio son generalizados en Madrid, según detalló la semana previa la vicealcaldesa y portavoz municipal, Inmaculada Sanz. “Son 174 secciones que conforman 233 mesas en un total de 31 colegios electorales que dejarán de usarse para este fin. El total de electores son 162.000, un 6,8% del censo en la ciudad, que se verá afectado por cambios en colegios”, explicó. Hay distritos afectados en zonas ricas de la ciudad, pero nadie ha protestado como en Entrevías.

“No van a ir a votar”

El Ayuntamiento ha dicho que organizará una campaña de buzoneo para avisar de los cambios, pero José Araya, secretario de Políticas Sociales de la agrupación socialista de Entrevías, cree que los avisos servirán de poco. “Estoy convencido de que no van a ir a votar”, lamenta. “Aquí la movilización siempre ha sido un problema, como [suele suceder] en los barrios del sur”, añade. Paseando por Entrevías y El Pozo, la impresión es que no va desencaminado. A María de Andrés, de 71 años, le acaba de comunicar el portero del edificio que el centro de votación ya no es el de siempre, pero el asunto le preocupa escasamente. “La verdad es que me interesa más lo del alcalde de mi pueblo –es natural de Cantimpalos, en Segovia–, que tengo allí dos casas y voy en las fiestas”, reconoce. “Impuestos hay que pagar igual, ¿no?”, pregunta, para terminar la frase con un destello de conciencia social: “Si quieres tener cosas, hay que pagar impuestos”. En todo caso, no irá a votar el 23 de julio, con toda probabilidad. “Solo he ido tres veces”, admite.

“Para qué perder el tiempo”, dice Francisco Román, de 74 años, sentado con Julián Pino, de 68, en el exterior de un bloque de pisos de la calle Villuercas, a la que también le corresponde un centro de votación distinto al habitual, este sí, a una distancia razonable. Julián está empadronado en Extremadura y la modificación no le incumbe, pero rápidamente empieza a echar pestes de la ley del sí es sí y de los okupas. Dice que fue seguidor de Podemos, pero que ahora se plantea un cambio radical: “Estoy por votar al de Vox”. Francisco, que estaba callado, menea la cabeza al oírlo e intenta persuadirlo: “No, que no, hombre”.

Desapego político

El desapego de la política tiene una traslación inmediata en la participación electoral. La avenida de la Paz, que separa Entrevías del barrio de Legazpi, en Arganzuela, ejerce de frontera mental, además de física. Al norte, el porcentaje de abstención apenas superó el 20% en mayo. Hacia el sur, las cifras se mueven entre el 30% y el 50%. Dice un hombre en un bar en una de las zonas más afectadas por el cambio de centro de votación, sentado en un taburete, levantando la cabeza con desgana, respondiendo como quien responde a una pregunta ridícula: “La política no me interesa”. Pilar, nacida en Entrevías, y Rafael creen que el carácter obrero e izquierdista del barrio se ha ido difuminando en las últimas décadas. Discuten brevemente sobre si una vecina del bloque de enfrente desplegó últimamente una bandera de España con el escudo franquista o el constitucional. No se ponen de acuerdo.

El voto por correo, otro ausente

Tampoco sería fácil ir a votar en autobús, porque el transporte público está organizado pensando en el norte, para trasladar a la mano de obra al Madrid rico por las mañanas y traerla de vuelta al atardecer, no para articular el barrio, según critica José Araya. Otra opción sería votar por correo, pero Araya se ríe al oír hablar de la posibilidad de pedirlo por Internet con certificado digital. “Olvídate; aquí solo en la oficina de Correos, que está en el Carrefour de Entrevías”. Sería otro buen paseo, más una segunda caminata para ir a entregar la papeleta, o incluso un tercer desplazamiento para recoger la documentación si el cartero aparece por el domicilio cuando no está en casa el solicitante. El periodo de entrega de documentación electoral empezó esta semana. Una funcionaria de correos arrastraba el carro por El Pozo el miércoles a mediodía. Ante la pregunta de si había repartido algún sobre con papeletas electorales, respondía: “Ni una”.

En la estación de tren de El Pozo y pese al desencanto general, la realidad de la política vuelve a cruzarse en la vida de los vecinos. Una trabajadora de Renfe respondía a una viajera que preguntaba si el bono gratuito de Cercanías, una medida decretada por el Gobierno estatal, seguirá en vigor después del verano: “No lo sé, ahora con las elecciones y el cambio de Gobierno…”. La interesada se encogió de hombros y se dirigió a la máquina expendedora de billetes. La empleada se compadeció: “Espera, que te ayudo”.



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