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Feijóo se pone la venda en el arranque de curso donde se juega su carrera política


Álberto Núñez Feijóo regresó al castillo de Soutomaior para poner fin a las vacaciones de verano como solía hacer en los años de vino y rosas. Atrás quedaron los dos mandatos enteros, ocho años en total, durante los que “el gobierno provincial más sectario de la democracia” prohibió a los populares inaugurar temporada en un recinto propiedad de la Diputación de Pontevedra. La sorpresiva victoria permitió una reconquista de la fortaleza y como en los viejos buenos tiempos estuvo de testigo, a la izquierda de Feijóo, el presidente que inició esta costumbre, Mariano Rajoy, hoy registrador de la propiedad y veraneante en la zona.


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En aquella Diputación, por cierto, mandaba Rafael Louzán, luego inhabilitado para ejercer cargo público y hoy, el hombre de Luis Rubiales en la Federación Galega de Fútbol. Pero estábamos con Feijóo…

Con el impresionante castillo de piedra a sus espaldas, resultaba difícil no pensar en Juego de Tronos. Sobre todo, cuando una y otra vez repetía sin descanso que habían ganado las elecciones generales con el “mayor crecimiento” en la historia del partido; que en autonómicas y municipales obtuvieron la “victoria municipal y territorial más importante” que se recuerde… Decía Tywin Lannister que “cualquier hombre que tenga que decir `yo soy el rey’ no es un verdadero rey”. Y eso es lo que se juega Feijóo en el curso 2023-2024: la presidencia del Gobierno o la retirada de la política.

Porque a pesar del tono, los aplausos y los –tímidos– gritos de “presidente, presidente”, la sensación sobre el terreno era que Feijóo volvía a casa para ponerse la venda antes de la herida. Más que argumentos para justificar por qué se presenta a una investidura para la que no le dan las cuentas -“Yo estoy a cuatro votos; Sánchez, a cuatro cesiones clave”, dijo una vez más-, parecía buscar excusas para justificar una reedición del Gobierno de Pedro Sánchez. Por eso, si él se reúne durante la ronda de consultas que comienza esta semana con nacionalistas e independentistas pero no obtiene su apoyo, será sólo “porque el PP no acepta lo que está dispuesto a aceptar el partido de Sánchez”. “Porque no somos Sánchez”, dijo.

Rueda, a Feijóo: “No espero que seas presidente a cualquier precio”

Antes de que pudiese expresar la negativa a ceder ante “chantajes y subastas de las minorías”, su sucesor al frente de la Xunta le había enviado algo que, en boca de otro, podría sonar a advertencia. Alfonso Rueda jugaba en casa y en unos meses luchará por revalidar la mayoría absoluta que heredó de Feijóo, pero en ese momento se erigió en portavoz de los presidentes autonómicos presentes. “Alberto, yo espero que seas presidente pero no espero que lo seas a cualquier precio. Y que no traiciones los intereses de nadie, y menos los de tu partido, por tu interés personal. Te vamos a pedir que no cedas a ningún chantaje, en ningún caso, y que no permitas que los privilegios de algunos se paguen con los perjuicios de los demás. Desde luego, Galicia, como el resto, no va a tolerar que a nuestra costa se compren gobiernos”.

A cualquiera que conozca la relación de Rueda y Feijóo no se le ocurre interpretar que el sucesor le esté marcando el camino, así que solo cabe deducir que el telonero solo estaba anticipando el fatalismo que, poco a poco, fue tiñendo un acto que había empezado con la alegría festiva por la recuperación del enclave y la celebración de los datos electorales del PP gallego, los mejores del Estado “sólo un poquito por detrás de La Rioja”. Con esa intención de festejar se habían acercado hasta el castillo “casi 1.500” cargos, afiliados y simpatizantes del partido -muchos, ante la falta de aparcamiento, dándose un paseo de un kilómetro por el arcén de la carretera, como si fuese una romería-, aunque algún veterano alcalde bromeaba en privado sobre las características del acto: si lo que necesita el partido es un empujón de moral, ¡mejor volver a llenar la plaza de toros de Pontevedra!

En ese hipotético baño de masas, quizá pasarían más desapercibidas algunas ausencias notables, como la de Díaz Ayuso y, en clave doméstica, la del vicepresidente de la Xunta, Diego Calvo. De ambos se especula sobre cuáles serían sus aspiraciones si a sus respectivos jefes no les van demasiado bien las cosas. Calvo tendría que esperar a ver qué pasa en las autonómicas. La presidenta de Madrid puede salir de dudas en unas semanas. La explicación oficial sobre la falta de esta última es que no pudo cambiar los vuelos para regresar de vacaciones.

“Es mejor perder una investidura y no que pierda España”. Otra vez la venda de Feijóo. “Vamos a presentar nuestra candidatura y, aunque no saliese por cuatro votos, lo que sí os puedo asegurar es que las ideas, las propuestas y el programa que voy a exponer tendrá vigor durante los siguientes años”. El auditorio parece estar asimilando el mensaje, así que se produce un breve silencio, una paradinha antes de un aplauso que suena más ritual que enfervorecido. “Y aunque no sea una investidura a corto plazo, sí será la primera piedra del próximo Gobierno de España. Porque os aseguro que estoy absolutamente convencido de que, ahora o después, el próximo Gobierno de España será un gobierno del PP”. Esta vez sí el aplauso llega en el momento adecuado, pero los rostros lo contradicen. La realización -“las caras, Juan, graba las caras”- se pasea por la primera fila, la de los presidentes autonómicos. Azcón, Guardiola, López Miras, Prohens, Mañueco… ninguno sonríe. La cámara se detiene. Juanma Moreno frunce el ceño y aprieta los labios. Cuca Gamarra, en su característico rictus, enseña los dientes. Pero, como autómatas, siguen dando palmas. Es el aplauso al subcampeón.

El cierre precipitado del acto incidió en esa sensación agridulce. Esta vez no era un sectario gobierno socialista quien echaba al PP del castillo, sino lo que Feijóo definiría como uno de esos actos “compatible con sus usos” a los que este nuevo ejecutivo quiere abrir la fortaleza. Había una boda a la una y toda la parafernalia ajena al enlace debía desaparecer de los jardines antes de las 12:30. En un abrir y cerrar de ojos, los cargos del PP se esfumaron. Quién sabe si igual de rápido que la ilusión de la investidura.

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