¿Por qué no es suficiente prohibir la 'terapia de conversión' anti-LGTBI

¿Por qué no es suficiente prohibir la ‘terapia de conversión’ anti-LGTBI?

Los legisladores de todo el mundo han propuesto una nueva legislación para prohibir la ‘terapia de conversión’: intentos de cambiar la orientación sexual o la identidad de género de una persona.

En Canadá, por ejemplo, el primer ministro Justin Trudeau dijo que prohibir la terapia de conversión era una «máxima prioridad» para su gobierno, mientras que los legisladores en España, Australia, Francia, Irlanda y Nueva Zelanda también pidieron las prohibiciones.

El miedo, la violencia y la discriminación siguen siendo altos. Así lo muestran los resultados de la encuesta de la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE sobre las experiencias de las personas LGBTI en Europa.

El relator especial de la ONU sobre la tortura ha dicho que, en algunos casos, la terapia de conversión puede «provocar dolor y sufrimiento físico y mental severo y de por vida y puede equivaler a tortura y malos tratos».

En Catalunya, según un estudio de los Mossos d’Esquadra, los delitos homófobos se han triplicado en cinco años

Según la Asociación Americana de Psicología, la ‘conversión’ o ‘terapia reparativa’ para las personas LGTBI se ha relacionado con casos de depresión, ansiedad y tendencias suicidas.

Los países están haciendo lo correcto al regular las «curas gay» coercitivas y dañinas.

Pero estas leyes deben basarse en los derechos humanos y ofrecer soluciones significativas para las personas perjudicadas, en lugar de centrarse casi exclusivamente en las sanciones para los profesionales, que es el camino que muchos países parecen estar siguiendo.

Protegiendo los derechos humanos

Si bien estas respuestas son nuevas, la terapia de conversión no lo es.

Su popularidad creció en los años sesenta y setenta, cuando la homosexualidad y la identidad transgénero se consideraban trastornos mentales y las «curas» incluían asesoramiento, castigo físico e incluso intervención quirúrgica.

Desde entonces, las identidades LGTBI han sido ampliamente reconocidas como una forma normal de desarrollo humano; la Organización Mundial de la Salud desclasificó la ‘homosexualidad’ y ‘trastorno de identidad de género’ como trastornos mentales el 17 de mayo de 1990; y los intentos de ‘conversión’ han sido desacreditados como ineficaces y dañinos.

A pesar de estos cambios, los intentos de «curar» persisten a nivel mundial.

Estos movimientos son potencialmente problemáticos.

Para ser coherente con los principios de derechos humanos, tales prohibiciones deben incluir salvaguardas para la expresión, de modo que el discurso que no sea coercitivo o abusivo no sea criminalizado.

Las sanciones como la privación de libertad deben ser estrictamente proporcionales al daño causado.

¿Por qué no es suficiente prohibir la ‘terapia de conversión’ anti-LGTBI?