Uber, enemigo público
Por Kristian K
Cuando todavía no hemos tenido tiempo de reflexionar ni decidir sobre todos los cambios que se han producido en nuestras vidas en los últimos años, asistimos como convidados de piedra a la conquista absoluta de lo digital.
Es en este ámbito, al amparo de un uevo capitalismo que emplea la tecnología como medio para enriquecer a unos pocos y para someter al resto, donde aparecen plataformas como Uber, disruptivas, voraces, que actúan de forma impune, bajo el cobijo y la permisividad de las políticas neoliberales.
La rueda del capitalismo nunca deja de girar. Esta rueda está en constante movimiento en busca de nuevas rutas, nuevos suministros, y es en el mundo digital, un mundo por entonces virgen, inexplorado y por conquistar, donde el capitalismo de la vigilancia asentó sus bases para luego extender sus tentáculos hacia el mundo real.
Ahora empezamos a vislumbrar las nefastas consecuencias de esta nueva era, y a tomar conciencia de las intenciones reales de nuestro enemigo, hasta entonces escondido tras un velo cargado de eufemismos sobre el progreso y la libertad.
La retórica embriagadora de las plataformas digitales está dirigida a distraer a la opinión pública de su verdadero propósito. Se trata de una mera ilusión, un truco.
Como el pañuelo de un mago que desaparece en su mano, así desaparecen también los derechos y las dignidades en esta era digital, como por arte de magia, con nuestro consentimiento y nuestro asombro y nuestra incapacidad para reaccionar ante lo que no entendemos ni conocemos.
Y mientras nos preguntamos dónde está el pañuelo, el mago, que siempre va un paso por delante, ya tiene preparado el siguiente truco. Porque en el mundo digital que nos han impuesto como algo inevitable e incluso necesario, las leyes y las regulaciones no existen, y los capitalistas de la vigilancia y las grandes plataformas digitales siguen un único imperativo: avanzar a toda costa arrasando con cualquier obstáculo que encuentren a su paso, haciendo tambalear el estado del bienestar y eliminando derechos fundamentales sin ningún tipo de compasión.
Así funciona este nuevo capitalismo, así funciona Uber
Uber es un parásito social que se aprovecha de nuestras infraestructuras y de las relaciones económicas ya consolidadas para obtener enormes beneficios sin aportar nada a cambio. Nos hemos conformado durante demasiado tiempo con una versión infantil de la realidad, donde Uber se nos muestra como un simple intermediario del transporte urbano, y una alternativa «moderna» al taxi.
En los inicios del conflicto con el sector del taxi, Uber puso toda su maquinaria mediática en marcha para confundir a la sociedad y persuadirnos de que se trataba de un conflicto tecnológico, y para crear un sentimiento común de que las consecuencias derivadas de las actividades de las plataformas digitales, como la explotación laboral, las salvajes estrategias comerciales, la elusión fiscal o la pérdida de la privacidad de los usuarios, era algo inevitable, propio de la nueva era digital.
El foco se centró entonces en un debate falaz: lo moderno contra lo tradicional. Mientras, Uber aprovechaba ese valioso tiempo de confusión, para continuar extendiéndose como una mancha de aceite ante la pasividad de las administraciones públicas, siempre un paso por detrás.
Actualmente, ningún sector está exento de ser uberizado, es decir, de verse arrastrado a unas condiciones precarias con el pretexto de la tecnología. Para Uber la tecnología no es un fin, sino que es el medio con el que convertir en realidad sus planes. Estos planes no se limitan a aquello que públicamente reconocen.
Uber no aspira simplemente a gestionar una flota de taxis. Uber pretende hacer cambios estructurales de gran impacto en el sector, como la liberalización de licencias o la implantación de tarifas dinámicas.
Pero las aspiraciones de Uber son todavía más ambiciosas. Uber quiere ser la mano invisible que decida sobre la organización de las futuras ciudades y la movilidad en torno a ellas, y liderar las políticas urbanas, construyendo así, un futuro a medida para sus propios intereses y los del nuevo capitalismo. Huelga decir, que los intereses monopolísticos de las grandes corporaciones digitales sobre las ciudades, suponen una amenaza de dimensiones desconocidas para la soberanía de las mismas y para los intereses de los ciudadanos.
Uber lucha constantemente por imponer su control y su dominio sobre cualquier tipo de gobierno que pretenda poner coto a su actividad, a través de leyes o regulaciones.
Y como hemos visto en multitud de ocasiones y cada vez con más frecuencia, las grandes corporaciones digitales hacen gala de un poder económico nunca antes visto, capaces de doblegar a cualquier Estado.
Ese pulso constante a los Gobiernos supone un pulso a la democracia. Uber quiere imponer su modelo económico y sus reglas, y como toda imposición, se hace fuera de cualquier contexto democrático.
Uber, en conclusión, es una amenaza para el sector del taxi en particular, para la soberanía de las ciudades, y para la democracia en general. Y aunque el panorama tenga tintes dickensianos, hay motivos para pensar que un futuro distinto es posible.
La lucha sindical, el asociacionismo, el cooperativismo, o cualquier otro tipo de organización o solución que tienda hacia una economía colaborativa real, son ya una expresión misma de lucha contra la economía de plataforma.
No hay que dejar de presionar de forma incesante a la clase política para que encuentre fórmulas que puedan contener estas oleadas de miseria y precariedad.
Y por último, y en mi opinión lo más importante, hay que construir una conciencia social sobre el uso de estas plataformas digitales. Porque las consecuencias sociales, económicas y políticas de esta transición digital, no solo pueden hipotecar nuestro futuro, sino el de las generaciones venideras.