La ineptitud de Ayuso reflejada en vivo, en la entrevista de LaSexta

La ineptitud de Ayuso reflejada en vivo, en la entrevista de LaSexta

Ayuso es la política más capaz de decir una cosa y la contraria en la misma frase.

Lo cual es un arte que nos hace preguntarnos si no será esta la habilidad por la que su jefe, Casado, la pone como ejemplo de gestión, en concreto durante la crisis sanitaria del Covid-19.

Ella domina una de las peores artes, sorber y soplar al mismo tiempo.

No sabemos, los que vivimos en Madrid, a efectos prácticos qué ha hecho esta señora presidenta de la Comunidad durante todos estos meses desde que comenzó la pandemia.

Aparte de posar como la magdalena en una iglesia, contratar curas a go-gó y despedir sanitarios al mismo ritmo.

Posar ante aviones perdidos en el espacio con epis imposibles, repartir bocatas y posar sin protección ni distancia en el Ifema, mimetizándose en aplausos con los que la estaban increpando, pero, sobre todo, eso sí, dedicar todos y cada uno de sus alientos, a criticar al Gobierno de Pedro Sánchez, y entremeter palos en las ruedas desobedeciendo y negando la necesidad de un Estado de Alarma, que ahora ruega e implora.

¿Habrá pasado el verano preparando los contratos con las empresas amigas para la construcción del macro hospital del Covid anunciado?

Isabel Díaz Ayuso, pasó de ser la community manager del perro de Esperanza Aguirre a flamante presidenta de la Comunidad de Madrid y amante de que le paguen su vivienda en suite de lujo durante la pandemia.

Ha permanecido inane durante el verano, no ha contratado sanitarios, ni rastreadores, ni docentes, con lo que ha puesto en peligro la vuelta al cole de los alumnos y profesores a escasos días del inicio del curso escolar.

Eso sí, puede que haya estado gastando su precioso tiempo en la preparación de infaustos contratos con las empresas privadas de su entorno, las que llevan diez años sacando tajada de la Salud Pública madrileña, con la anunciada construcción de un macro hospital en el IFEMA de más de mil camas.

Entre tanto, el virus no para de expandirse y va generando clientela para el negocio.

No, señora presidenta, los expertos científicos se lo han repetido mil veces, el primer paso no es crear más hospitales y UCIs, el primer paso es que el Sistema de Atención Primaria, muchos de cuyos centros están cerrados en la Comunidad, funcionen y atiendan los brotes leves y asintomáticos, el segundo, que los rastreadores científicos que usted ni formó ni contrató durante todos estos meses, hagan seguimientos y cuarentenas, y el tercero, que tras esa criba, sean mínimos los pacientes que necesiten ingresos, y sobre todo, tener los hospitales dotados de personal sanitario suficiente y preparados para funcionar a pleno rendimiento.

Durante el confinamiento, la presidenta madrileña dedicó sus esfuerzos a criticar agriamente al Gobierno central por algo tan evidente como es el “acto de legislar y ejecutar” de forma urgente y contundente, aplicando decenas de Reales Decretos Ley y medidas a destajo, noche y día y sin parar, como exige un Estado de Alarma en medio de una crisis sanitaria global que mataba personas por centenares todos los días.

Una crisis que desnudó, ante los españoles, los pilares y las esencias de la Democracia y los entresijos de la Administración del Estado: mantenimiento y abastecimiento asegurado, movilidad y transporte bajo control, orden público y protección de las energías, y sobre todo, ayuda, limpieza, desinfección y labores del ejército en apoyo al personal sanitario en Hospitales y Residencias de Mayores.

No fue fácil. Un total de 33 Decretos Ley que el Gobierno de Sánchez puso en marcha, con los que confinó y garantizó el funcionamiento de los servicios básicos además del orden público, para salvar vidas humanas.

Una actividad vertiginosa que salvó, según calculan las autoridades de la OMS, casi medio millón de vidas humanas, teniendo en cuenta al ritmo vertiginoso al que se propagaba el Covid y las decenas de miles de pacientes ingresados en las UCI saturadas de nuestros hospitales.

Mientras Sánchez se reunía a diario con los expertos científicos haciendo seguimiento de las recomendaciones de la OMS, Pablo Casado y su alumna aventajada, Isabel Díaz Ayuso, se dedicaban a desmoralizar a la población confinada y a denostar el Estado de Alarma, la herramienta democrática de la que nuestra Constitución, dispone para una emergencia de este calibre.

Mientras el presidente del Gobierno, Sánchez, el Ejército, la Policía, el ministro de Sanidad, la clase médica y la población en los balcones, entonaban el himno de la esperanza y del Resistiré, Casado y Ayuso exaltaban las morgues en los Palacios de Hielo de Madrid, contaban los muertos como herramienta política de destrucción y se cruzaban de brazos salvo para echar los cadáveres a la cara de Sánchez y su gobierno, llamándole asesino y sepulturero.

La finura y altura política de los partidos de la oposición, del signo que fuera, en nuestros vecinos, Portugal, Italia, Francia, Alemania, donde se pusieron inmediatamente al servicio del Gobierno y le desearon suerte “porque su suerte será la nuestra”, aquí, de la mano de Ayuso, con Casado y de propina el ultra Abascal, se convirtió en lo contrario.

Cuanto peor mejor, cuanto más muertos, más cerca creían estar de derrocar a un gobierno legítimo.

Durante todo el desarrollo de la pandemia, Ayuso ha seguido ejerciendo sus habilidades, echar sobre los hombros de Sánchez, sus propias víctimas, sus hospitalizaciones, sus enfermos, sus muertos, sus residencias de mayores y sus decisiones de no derivar ancianos a los hospitales.

Todas las terribles consecuencias que se producían, con un reguero de personas mayores muertas por falta de planificación y abandono precisamente en su Comunidad. Madrid se convirtió en el epicentro mundial de la pandemia, pero Ayuso, en su habilidad de sorber y soplar, siguió echando la culpa al Estado de Alarma, que no le dejaba ejercer su plan político-sanitario milagroso contra la pandemia. Los gobiernos populares que precedieron a Ayuso, ya se habían encargado de esquilmar la Sanidad.

Según los datos del Servicio Madrileño de Salud, entre el 2010 y el 2018, Madrid había perdido 3.300 profesionales, y una cifra mayor de enfermeras, a pesar de que la población con derecho a la asistencia sanitaria pública en la región creció en casi 500.000 personas en ese mismo periodo.

La forma de contribuir de los gobiernos del PP, Aguirre e Ignacio González, y sus consejeros, Lamela, Güemes, el vicepresidente Granados, etc, fue la privatización de muchos hospitales y la construcción de otros nuevos. Madrid cuenta con 33 hospitales públicos y 50 privados.

La política milagro del PP en el gobierno de la región desde 2010 era simple: privatización constante de los hospitales y venderlo al público como la “libre elección de los pacientes”. De los 33 hospitales privados, 5 tienen gestión privada.

¿Qué significa eso?

Que las patologías y pacientes que dan dinero, van para bolsillos privados, y aquellas que dejan gasto, las derivan a la Seguridad Social. Además, la factura en los semi privados -según datos del Servicio de Salud Pública Madrileña y denuncia de los sindicatos- se multiplica por seis, dinero que por supuesto pagan las arcas públicas.

Para eso los pacientes pagan azafatas con trajes bonitos, hospitales que parecen hoteles de cinco estrellas, con las mejores tecnologías, etc., aunque luego no haya facultativos para atenderlos. Negocio redondo y la población engañada como idiotas.

¿Qué ha pasado con este sistema durante la pandemia?

Que los seguros privados que operan en estos hospitales privados de Madrid han dicho que no se hacen cargo y estos han derivado los casos Covid a la pública.

Los semi privados también se han lavado las manos.

Y mientras los centros públicos estaban saturados, ellos intentaron cerrar sus puertas con mil excusas e incluso algunos recomendando a sus médicos darse de baja, para no contaminarse.

A eso se llama soplar, sorber y encima hinchar los bolsillos de las compañías que los gestionan, obviamente amigos y financiadores del PP. Los tribunales están llenos con estos casos.

Y en medio de todo este desbarajuste, tenemos este sábado la entrevista televisiva de esta errática y surreal presidenta que es un ser «capaz de bajar de un taxi vacío», famosa frase que le dedicó Winston Curchill a su oponente político de la época, por vacuo, cretino e insignificante.

Si, en la cadena dijo una cosa y su contraria, no fue capaz de ofrecer ni un solo dato riguroso, demostró no conocer los entresijos de la Administración Pública que preside.

En definitiva, todos los españoles que vieron y escucharon a Díaz Ayuso en La Sexta, se dieron cuenta de la angustia que debemos sentir los residentes de Madrid al reposar nuestra salud presente y próxima en manos de alguien que demostró ser una triste marioneta al servicio de los intereses de sus creadores, los autores intelectuales del personaje y los que realmente mueven los hilos:

Jose María Aznar, Pablo Casado, su protegido, y el rasputín de la villa, Miguel Angel Rodríguez.

Señor presidente del Gobierno, señor Sánchez, por favor, acuda al rescate de la Sanidad Pública de los madrileños, decrete el Estado de Alarma de una vez (ojalá se lo permita el Parlamento) y sálvenos de las garras de la especulación, la ignorancia y la ineptitud.

La ineptitud de Ayuso reflejada en vivo, en la entrevista de LaSexta