Este era el punto. Cada campaña electoral se ponía en marcha desde aquí el movimiento que iba a pintar de verde el mapa de la España política. La primera vez fue en 2015. “Era un tío con dos huevos”. Poco más pudo decir Santiago Abascal del mito asturiano y así se lo hizo saber a Rocío Monasterio. Daban el primer paseo por Covadonga (Asturias), convencidos de las similitudes que habían empezado a construir en la opinión pública: Abascal era el nuevo don Pelayo que devolvería la unidad a España. El asunto testicular era la esencia de lo que se conoce en el partido ultra como “espíritu Covadonga”.